viernes, 3 de octubre de 2025

Temas de salud,medicina preventiva y mas. Año.2025

 Titulo: Hipertensión arterial, como controlar esta frecuente enfermedad.

Autor: Dr. Jorge Serra Colina.

Introducción:

La Hipertensión Arterial (HTA) es una enfermedad cardiovascular frecuente en la población adulta del mundo, además se considera un Factor de Riesgo modificable mayor y se establece al respecto que es el principal Factor de Riesgo después de los 45 años de edad.

Esta enfermedad sistémica es una causa importante de otras enfermedades, como la enfermedad cerebro vascular, insuficiencia cardiaca, cardiopatía Isquémica, Insuficiencia Renal y retinopatía hipertensiva.

En nuestro país y en el mundo la HTA es un factor de riesgo importante que conlleva a serias complicaciones que afectan negativamente la calidad de vida de los pacientes. Las estadísticas señalan que cada año las cifras de individuos hipertensos es mayor, lo que obliga a los médicos a tomar medidas dirigidas a la población de alto riesgo con el objetivo de disminuir no sólo las cifras de presión arterial, sino también disminuir sus complicaciones y así controlar la morbilidad y mortalidad asociada a la hipertensión. En varios estudios se señala que de un 25-30% de la población urbana mayor de 18 años, puede sufrir de cifras de presión arterial por encima de 140-90 mmHg, es decir considerarse como hipertensos.

La hipertensión arterial representa una enfermedad con un alto riesgo cardiovascular, según estadísticas de sanidad las enfermedades cardiovasculares son una de las principales causas de muerte en el país, reportándose una prevalencia del 30% de los adultos en regiones urbanas, y un 15 % en regiones rurales, considerándose por tanto la hipertensión arterial un grave problema de Salud en la región.

Se calcula que en el planeta viven 600 millones de personas mayores de 60 años y se proyecta que en el año 2025 se duplicará y en el 2050 ascenderá a 2000 millones de personas en edad geriátrica. El envejecimiento de la población mundial avanza cada año, con una proporción de 2% de los adultos mayores de 60 años cada año.

La frecuencia de HTA aumenta con la edad, demostrándose que después de los 50 años casi el 50 % de la población padece de HTA, siendo más frecuente en pacientes mayores de 65 años la presencia de la Hipertensión sistólica.

También se dice que la Hipertensión arterial en los pacientes geriátricos mayores de 60 años constituye unas de las principales causas de morbimortalidad en el mundo, constituyendo un grave problema de salud, por lo que el control la de esta enfermedad y de sus factores de riesgo contribuiría a mejorar la calidad de vida de nuestra comunidad, sobre todo en pacientes mayores de 60 años que residen en la misma, esto es debido a que existen un mayor numero de hipertensos en este grupo de edad, donde existe además una mayor morbilidad por HTA.

Desarrollo:

-Factores de riesgo.

Existe varios factores de riesgo para adquirir esta enfermedad, de hecho un factor importante en la evolución de esta enfermedad lo juegan los factores de riesgo, estos son determinados signos biológicos, estilos de vida o hábitos adquiridos cuya presencia aumenta la probabilidad o el riesgo de presentar algunas de las manifestaciones clínicas de una enfermedad especifica en los años subsiguientes.

Existen varios factores de riesgo de la hipertensión arterial bien establecidos como son:

- el Hábito de Fumar,

- la Hiperlipidemias,

- la obesidad,

- La ingestión de bebidas alcohólicas.

- la Diabetes mellitus.

- Edad.

- Sexo.

Se dice que la edad y el sexo no son factores de riesgo sino características de riesgo, de todas maneras lo consideramos entre los principales factores de riesgo de la HTA. En relación al hábito de fumar es el factor de riesgo más frecuente asociado a la HTA, en múltiples estudios epidemiológicos se ha demostrado claramente que el consumo de cigarros, aumenta el riesgo de HTA, el riesgo guarda relación con el número de cigarrillos, la duración del hábito y el tipo de Tabaco, siendo inferior en los fumadores de pipa o cigarrillos.

Se plantea que al aumentar la edad poblacional, la prevalencia de la HTA se incrementa en adelante, a menos que se implanten amplias medidas preventivas eficaces. Datos del estudio Framinghan sugieren que los individuos normotensos mayores de 55 años, tienen un 90 % de probabilidad de riesgo de desarrollar Hipertensión.

En cuanto al sexo, la HTA es mas frecuente en el sexo masculino, respecto a las mujeres, se dice que esto pudiera ser debido al efecto protector de los estrógenos (hormona femenina), sobre las arterias y la menor frecuencia de mujeres fumadoras, después de los 60 años el numero de pacientes hipertensos se iguala, existiendo poca diferencia en cuanto al sexo, por lo que se observa la misma cantidad de mujeres con HTA que en el grupo de hombres. Además hay que tener en cuenta la edad poblacional para diseñar estrategias de prevención de la HTA y la promoción de salud, pues como se sabe el aumento de la expectativa de vida en cualquier país viene acompañado de un incremento notable de la mortalidad y la morbilidad por hipertensión arterial.

Por ultimo podemos decir que es importante eliminar los factores de riego antes enunciados y llevar un tratamiento especifico para controlar esta dañina enfermedad, para de esta manera evitar complicaciones, se dice que en la HTA no tratada, el 50 % de los pacientes fallece de cardiopatía coronaria, el 33 % de apoplejía y del 10 – 15 % de insuficiencia renal.

Tratamiento: El manejo de la HTA incluye un grupo de medidas que se agrupan en las medidas no farmacológicas y el tratamiento farmacológico.

Medidas no farmacológicas.

1. Restricción moderada de sal en la dieta (menos de 6 g/día). La restricción estricta de sodio difícilmente será mantenida largo tiempo por el paciente, por lo que únicamente es recomendable a largo plazo la restricción moderada.

2. Reducción del peso si el índice de masa corporal (IMC), si es superior a 27.

3. Limitar la ingesta de alcohol a 30 mL de etanol puro al día en el hombre (300 mL de vino) y a 15 mL en la mujer o en individuos muy delgados.

4. Efectuar ejercicio físico regular (30-45 min de marcha) al menos 4-5 días por semana. La inactividad es un factor de riesgo cardiovascular. El ejercicio ha de ser isotónico pues el isométrico puede producir aumentos de presión.

5. Evitar, en lo posible, el estrés emocional y ambiental; las técnicas de relajación no han demostrado su eficacia a largo plazo.

6. Mantener una adecuada ingesta de potasio (90 mmol/día), calcio y magnesio. Reducir la ingesta de colesterol y de grasas saturadas de la dieta.

7. Dejar de fumar y tratar los demás factores de riesgo asociados (diabetes, dislipidemias, etc.). El tabaquismo multiplica el riesgo cardiovascular, puede desencadenar una fase maligna de la hipertensión y acelera la arteriosclerosis.

Tratamiento farmacológico:

-Se emplean los siguientes medicamentos antihipertensivos:

- Diuréticos:

1. Tiazidas y fármacos relacionados: hidroclorotiazida, clortalidona.

2. Diuréticos del asa: furosemida, bumetanida, torasemida, ácido etacrínico.

3. Ahorradores del potasio: triamterene y amiloride.

-Fármacos Simpaticolíticos:

1. Fármacos de acción central: metildopa, clonidina, guanfacina.

2. Bloqueadores ganglionares: trimetafán.

3. Bloqueadores de neuronas adrenérgicas: reserpina y guanetidina.

4. Antagonistas beta adrenérgicos: propranolol, atenolol.

5. Antagonistas alfa adrenérgicos: prazosín, doxazosín.

6. Antagonistas adrenérgicos mixtos: labetalol, carvedilol.

-Vasodilatadores:

1. Arteriales: hidralazina, minoxidil, diazóxido.

2. Arteriales y venosos: nitroprusiato de sodio.

-Bloqueadores de los canales del calcio: nifedipina, nicardipina, verapamilo, diltiazen, amlodipina .

-Inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina (IECAS): Captopril, enalapril, lisinopril.

-Antagonistas de receptores de la angiotensina II (ARAS): Losartán, Candasartán, Irbesartán.

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 Titulo: Bronquitis aguda.

Autor: Dr. Jorge Serra Colina.

Concepto:

La bronquitis es la inflamación aguda del árbol traqueobronquial, que suele ser autolimitada y cura por completo con recuperación de la función.

Esta enfermedad aunque suele ser leve, también la bronquitis aguda puede ser grave en los pacientes debilitados y en los que padecen una broncopatía o cardiopatía crónicas. La obstrucción al flujo aéreo es una consecuencia frecuente y la neumonía una complicación grave.

Entre el 50% y el 90% de los episodios son de origen viral. El virus parainfluenza (tipos 1 y 3) es el más frecuente, seguido del influenza (tipos A, B y no serogrupable), virus respiratorio sincitial (VRS) y adenovirus. Otras causas frecuentes son rinovirus y coronavirus.

Epidemiologia:

Tal vez por no existir una definición clara de la enfermedad, la Bronquitis Aguda es uno de los diagnósticos más frecuentes en una consulta de medicina general. Afecta a todas las edades aunque es más frecuente en niños y en fumadores. Puede aparecer en cualquier época del año pero su mayor frecuencia se registra en los meses de invierno y tiene su nadir en el verano. La hospitalización por BA es excepcional, estimándose en un 0,25% de los casos diagnosticados.

Etiología:

La bronquitis infecciosa aguda, más prevalente en invierno, suele formar parte de una IRA aguda. Puede producirse después de un resfriado común u otra infección vírica de la nasofaringe, la garganta o el árbol traqueobronquial, con frecuente sobreinfección bacteriana secundaria. Entre los virus que pueden producir una bronquitis aguda se encuentran adenovirus, coronavirus, influenza A y B, virus parainfluenza, virus sincitial respiratorio, virus Coxsackie A21, rinovirus y los virus que producen la rubéola y el sarampión. Mycoplasma pneumoniaeBordetella pertussis Chlamydia pneumoniae también originan una bronquitis infecciosa aguda, sobre todo en adultos jóvenes.

Se considera que la malnutrición y la exposición ambiental a contaminantes son factores predisponentes o que contribuyen a esta enfermedad. La bronquitis suele recidivar en los broncópatas crónicos, cuyos mecanismos de aclaramiento bronquial están alterados, y en los pacientes con sinusitis crónica, bronquiectasias, alergia broncopulmonar o EPOC, así como en niños con hipertrofia amigdalar o adenoidea.

La bronquitis aguda irritativa puede deberse a diversos polvos vegetales o minerales, a los humos de los ácidos fuertes, amoníaco, determinados disolventes orgánicos volátiles, cloro, ácido sulfhídrico, dióxido de azufre o bromo, los irritantes ambientales como ozono y dióxido de nitrógeno y también el tabaco y otros humos.

La tos de tipo asmático, en que el grado de broncoconstricción no es suficiente para producir sibilancias claras, puede deberse a la inhalación de alergenos por un paciente atópico o a la exposición crónica a un irritante en una persona con una hiperreactividad leve de la vía aérea. El tratamiento es parecido al del asma corriente.

Fisiopatología:

El cambio más precoz es la hiperemia de la mucosa acompañada de descamación, edema, infiltración leucocitaria de la submucosa y producción de un exudado pegajoso o mucopurulento. Se alteran las funciones protectoras de los cilios bronquiales, de los fagocitos y de los linfáticos y las bacterias pueden invadir los bronquios, estériles en condiciones normales.

Sea cual sea el origen del cuadro, el resultado va a ser un edema de la mucosa bronquial y la producción de moco. Esto va a provocar un deterioro de la función mucociliar y una mayor adherencia bacteriana. Al contrario de lo que sucede en los cambios inflamatorios crónicos del asma, la inflamación de la BA es transitoria y habitualmente desaparece una vez resuelta la infección.

La tos resulta fundamental para eliminar las secreciones bronquiales. Se puede producir obstrucción bronquial por el edema de la pared bronquial, por las secreciones retenidas y, en algunos casos, por el espasmo de los músculos bronquiales.

Manifestaciones clínicas:

La bronquitis infecciosa aguda suele venir precedida por síntomas de una infección respiratoria alta: coriza, malestar, escalofríos, discreta fiebre, dolor muscular y de espalda y dolor de garganta. La aparición de una tos molesta suele indicar el principio de una bronquitis. La tos es seca y no productiva en fases iniciales, pero a las pocas horas o días se empieza a eliminar esputo viscoso en pequeña cantidad, que se va haciendo más abundante y mucoide o mucopurulento.

La tos, principal y a veces único síntoma, puede permanecer hasta 3 semanas en el 50% de los casos, y en una cuarta parte de los pacientes persiste durante más de un mes. Esta situación de hiperreactividad bronquial tras la bronquitis, o síndrome de hiperreactividad bronquial postviral o postinfección, aparece también en individuos no asmáticos y, además de la tos no productiva, se puede acompañar de disnea y sibilancias.

El esputo francamente purulento sugiere una infección bacteriana añadida. Algunos pacientes refieren un dolor subesternal urente, que se agrava con la tos. En un caso no complicado grave puede aparecer fiebre de 38,3 a 38,8 ºC durante 3 a 5 d, tras la cual desaparecen los síntomas agudos (aunque puede persistir la tos algunas semanas). Una fiebre sostenida debe sugerir una neumonía. Se puede producir disnea como consecuencia de la obstrucción de la vía aérea.

Los signos pulmonares son escasos en la bronquitis aguda no complicada. Se pueden auscultar roncus agudos o graves aislados y ocasionales estertores húmedos o secos en las bases. Son frecuentes las sibilancias, sobre todo después de la tos. Los signos localizados persistentes en la exploración torácica sugieren que se ha desarrollado una bronconeumonía.

Las complicaciones graves suelen producirse sólo en pacientes con una broncopatía crónica de base. En dichos pacientes, la bronquitis aguda puede originar graves alteraciones gasométricas (insuficiencia respiratoria aguda).

Diagnóstico:

El diagnóstico suele basarse en los signos y los síntomas, pero es preciso realizar una radiografía de tórax para descartar complicaciones u otras enfermedades asociadas si los síntomas son graves o prolongados. Se deben controlar los gases en sangre arterial cuando exista una broncopatía crónica grave de base. Cuando los pacientes no responden a antibióticos o tienen unas circunstancias clínicas especiales (inmunosupresión), se debe realizar una tinción de Gram y un cultivo del esputo para determinar el germen causal.

La radiografía de tórax suele ser normal, aunque se puede observar un cierto grado de engrosamiento peribronquial. Su principal interés radica más en su capacidad para descartar la presencia de neumonía u otras enfermedades respiratorias.

El 60% de los pacientes tienen un patrón espirométrico obstructivo que se normaliza en las 4 o 5 semanas siguientes a la infección.

Tratamiento:

El paciente debe descansar hasta que desaparezca la fiebre. Es imprescindible que tome muchos líquidos orales (hasta 3 o 4 l/dias) durante la fase febril. Un analgésico antipirético (en adultos, aspirina, 650 mg, o paracetamol, 650 mg, cada 4 a 6 h; en niños, paracetamol, 10 a 15 mg/kg cada 4 a 6 horas) reduce la fiebre y el malestar.

Los antibióticos están indicados cuando existe una EPOC asociada, cuando el esputo es purulento o cuando persiste una fiebre alta y el paciente está más grave. En la mayoría de los adultos es razonable administrar 250 mg de ampicilina o tetraciclina v.o. cada 6 horas como primera alternativa, aunque se puede administrar como alternativa trimetoprima-sulfametoxazol, 160/800 mg v.o. 2/dias.

No se debe administrar tetraciclina a niños <8 años y se puede sustituir por 40 mg/kg/d de amoxicilina en dosis divididas 3/d. Cuando los síntomas persisten o recidivan o cuando el proceso sea más grave de lo habitual, están indicados la citología y cultivo del esputo y así se puede elegir el antibiótico en función del germen presente y su sensibilidad antibiótica. Si se considera que M. pneumoniae C. pneumoniae son los gérmenes responsables, se pueden administrar de 250 a 500 mg de eritromicina v.o. 4/dias.

Durante las epidemias por virus de la influenza A se puede plantear el tratamiento con antivirales como la rimantadina o Aciclovir.

Bibliografía:

1. Manual de Merck, ediciones Hartcourt, decima edición, Año:1999

2. Farreras-Rozman. Temas de medicina interna, ediciones Hartcourt, 14 edición, Año: 2000

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Titulo: Infección por nematodos intestinales (Ascaris lumbricoides)

Autor: Dr. Jorge Serra Colina.

Introducción:

En el mundo más de 1 000 millones de personas están infectadas por una o varias especies de nematodos intestinales, por lo que a continuación describiremos las infecciones más importantes causadas por los nematodos. Estos parásitos son mucho más comunes en regiones con instalaciones sanitarias deficientes para el manejo de heces, en particular en países con bajos recursos, en regiones tropicales y subtropicales, pero también se observan cada vez con mayor frecuencia en inmigrantes y refugiados que acuden a países desarrollados. Se plantea que las infecciones por nematodos contribuyen a la desnutrición y reducen la capacidad laboral.

Los nematodos intestinales son gusanos redondos que, cuando maduran, miden desde 1 mm hasta muchos centímetros. Sus ciclos vitales son complejos y muy variados: algunas especies, entre ellas Strongyloides stercoralis Enterobius vermicularis, se transmiten de manera directa de persona a persona, mientras que otras, como Ascaris lumbricoidesNecator americanus Ancylostoma duodenale, precisan de una fase de desarrollo en el suelo.

A causa de que la mayor parte de los parásitos helmínticos no se autoreplica, para que el grado de contaminación por gusanos adultos adquiera importancia es necesaria la exposición repetida al parásito en su fase infecciosa, ya sea de larva o de huevo. Por consiguiente, la enfermedad clínica, a diferencia de la infección asintomática, por regla general sólo aparece después de la residencia prolongada de la persona en una región endémica.

Ascaridiasis.

Es la nematodiasis humana más frecuente y presenta distribución mundial, con una mayor prevalencia en países tropicales.

El Ascaris lumbricoides es el mayor nematodo intestinal parásito de la especie humana y llega a alcanzar 40 cm de longitud. Casi todas las personas infectadas presentan cantidades reducidas del gusano y se encuentran asintomáticas. La enfermedad clínica surge cuando las larvas emigran hacia el pulmón o como consecuencia de los efectos de los gusanos adultos en el intestino.

Ciclo vital:

Los gusanos adultos del Ascaris miden 20-40 cm de largo por 5 mm de grosor, son cilíndricos, de color blanco o rosado, musculosos y móviles. Viven fundamentalmente en el yeyuno, sin adherirse a la pared, manteniéndose en la luz intestinal gracias a su característico tono muscular. A su vez las hembras maduras de Ascaris cada una produce al día hasta 240 000 huevos, que se eliminan con las heces.

Los huevos fértiles son ovalados, tamaño de 60-40 mm, envoltura gruesa mamelonada y muy resistentes a condiciones ambientales adversas. Las larvas se desarrollan en su interior en 2-3 semanas en suelos húmedos, particularmente si son arcillosos, templados y sombríos.

Los huevos, muy resistentes a las agresiones del medio, se hacen infecciosos después de varias semanas de maduración en el suelo y pueden permanecer en este estado durante años. Cuando se ingieren los huevos embrionados, éstos llegan al tubo digestivo, pierden la cubierta por acción del jugo gástrico y las larvas quedan en libertad.

A continuación atraviesan la pared intestinal, entran en las arborizaciones de la vena porta y, vehiculizadas por la sangre, en el plazo de unos 7 días alcanzan el pulmón, penetran los alvéolos, ascienden por la tráquea para ser deglutidas y establecerse en el tubo digestivo. Aquí maduran a gusanos adultos, siendo su vida media es de 1-2 años. Entre la infección inicial y la producción de huevos transcurren entre dos y tres meses.

La eosinofilia y el incremento de la concentración sérica de IgE son características de muchas helmintosis y cuando se encuentran sin una causa justificada, obligan a investigar la presencia de una helmintosis oculta. No parece que el ser humano adquiera una inmunidad protectora importante frente a los nematodos intestinales, aunque no se han dilucidado con detalle los mecanismos de la evasión inmunitaria del parásito y de la respuesta inmunitaria del hospedador ante el mismo.

Manifestaciones clínicas:

Las manifestaciones de la ascaridiasis intestinal dependen de la carga de parásitos. Con frecuencia es asintomática, aunque si la carga es moderada pueden aparecer transtornos digestivos inespecíficos consistentes en dolor abdominal cólico, anorexia, náuseas, vómitos e incluso malabsorción. Durante esta fase la eosinofilia disminuye e incluso desaparece.

En el caso de que la parasitación es elevada, sobre todo en niños, los vermes pueden apelotonarse en el intestino delgado y producir obstrucción, invaginación o vólvulo. Además, la gran movilidad de estos vermes facilita su penetración y posterior obstrucción del colédoco, el conducto de Wirsung o el apéndice. En consecuencia, una colecistitis, un episodio de colangitis o de pancreatitis, la aparición de un absceso hepático o una apendicitis pueden ser manifestaciones de la parasitación.

Se distingue entre la forma pulmonar y la intestinal. La ascaridiasis pulmonar coincide con la migración de las larvas a través del pulmón, y se caracteriza por fiebre, tos, molestias retrosternales, sibilancias y disnea , que se conoce como el ;síndrome de Löffler.

Estos síntomas pulmonares van asociados con infiltración pulmonar y eosinofilia marcada, así como con reacción urticariforme.

Diagnostico:

El diagnóstico se realiza mediante el hallazgo de los huevos del parásito en las heces de los pacientes, a partir del segundo mes de haberse producido el contagio. Casi todos los casos de ascaridiasis se diagnostican mediante la detección con el microscopio de los huevos característicos de Ascaris (65 por 45 micras) en las muestras de heces. A veces, los pacientes acuden después de eliminar un gusano adulto, identificable por su gran tamaño y por su superficie lisa, por las heces o a través de la boca o la nariz.

La radiología de abdomen permite el diagnóstico de la enfermedad a través de la visualización de los adultos intestinales. La radiografía de tórax puede mostrar signos de neumonía eosinófila (síndrome de Löffler), con infiltrados redondos u ovalados de unos milímetros hasta varios centímetros de diámetro. Estos infiltrados son transitorios e intermitentes y desaparecen después de varias semanas. Cuando existe una transmisión estacional del parásito, los hospedadores infectados y sensibilizados con anterioridad presentan una neumonitis estacional con eosinofilia.

Estudios radiológicos con bario que permiten observar cómo los vermes desplazan el bario o se visualiza este dentro del intestino del parásito.

Complicaciones:

En las infecciones masivas, sobre todo de los niños, un gran apelotamiento de gusanos enredados puede ocasionar dolor y obstrucción del intestino delgado, que en ocasiones se complica con perforación, invaginación o vólvulo.

Los gusanos solitarios pueden ocasionar enfermedad cuando emigran hacia lugares atípicos, por ejemplo un gusano grande puede entrar en el árbol biliar y ocluirlo, causando un cólico biliar, colecistitis, colangitis, pancreatitis y de forma rara abscesos intrahepáticos.

La emigración de un gusano adulto al esófago puede provocar tos y la expulsión del mismo por la boca. En las zonas de mayor endemia, la ascariosis intestinal y biliar rivaliza en frecuencia con la apendicitis aguda y la colelitiasis como causa de abdomen agudo quirúrgico.

Tratamiento:

1. Levamisoltabs. de 150 mg; 1 tableta como dosis única, puede repetirse igual dosis a los 5 días.

2. Mebendazoltabsde 100 mg; 1 tab. 2 veces al día por 3 días.

3. Albendazoltabsde 200 o 400 mg; en dosis única de 400 mg, que se puede repetir a los 7 días.

4. Piperazina: jarabe: 100 mg/mL y tabde 500 mg. Dosis máxima 3,5 g; en dosis de 75 mg/kg/día por 5 días. (Contraindicada en epilepsia y trastornos renales).

Bibliografía:

1. Farreras Rozman. Medicina interna, Ediciones Hartcourt, 14 edición, Año:2000

2. Harrison. Principios de medicina interna, Ediciones Mc Graw-Hill, 17 edición, Año: 2008.


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Titulo: Pancreatitis aguda. Revisión bibliográfica.

Autor: Dr. Jorge Serra Colina.

Resumen.

La pancreatitis consiste en la inflamación de la glándula pancreática, que según su evolución se clasifica en aguda o crónica. La colelitiasis y el alcohol son los factores etiológicos asociados más frecuentes, siendo el dolor abdominal el síntoma principal que refiere el enfermo, que lo describe de inicio epigástrico, con irradiación a ambos hipocondrios. La pancreatitis aguda se diferencian en dos tipos anatomopatológicos: la pancreatitis edematosa y la necrohemorrágica, pudiendo observarse complicaciones locales o sistémicas. En cuanto a su diagnostico se realiza a través de la enzima amilasa, que es la más utilizada clásicamente, la elevación de su concentración sérica cuatro veces por encima de su valor normal apoya fuertemente el diagnóstico de pancreatitis. El tratamiento de la pancreatitis aguda persigue los objetivos de mejora del confort del paciente, curación completa del episodio agudo, prevención y tratamiento de las complicaciones (reposo pancreático) y resolución del agente etiológico, de esta forma se disminuirá la moribilidad y la mortalidad asociada a esta enfermedad.

Palabras claves: Pancreatitis; Litiasis biliar; amilasa pancreatica; Tomografía axial; Tratamiento.

Introducción:

La glándula pancreática puede verse afectado con una frecuencia variable, por un proceso inflamatorio de carácter agudo o crónico que requiere especial atención. La diferenciación entre estos dos tipos de procesos ha motivado diversas reuniones. En la primera de ellas, la celebrada en Marsella en 1963, se diferenciaron cuatro tipos de pancreatitis: aguda, aguda recidivante, crónica y crónica recurrente. (1)

Posteriormente tras las últimas innovaciones tecnológicas (ecografía, TAC, RM, ecoendoscopia y CPRE), que han permitido conocer mejor los procesos patológicos pancreáticos, se planteó la necesidad de reevaluar dicha clasificación. Con esta finalidad se celebraron tres nuevos simposios, el primero en 1983 en Cambridge, el segundo en Marsella en 1984 y el último en Atlanta en 1992. En ellos se convino que la pancreatitis aguda se caracteriza por la existencia de dolor abdominal y elevación de las enzimas en sangre y orina. (1)

La pancreatitis aguda (PA) es una enfermedad relativamente frecuente. Su incidencia fluctúa según series, pero una buena aproximación es afirmar que en España no se producen cada año menos de 35-40 nuevos casos por cada 100.000 habitantes. (2)

En resumen, se deben considerar las formas de pancreatitis aguda y crónica y, dentro de esta última, una de comportamiento peculiar que recibe el nombre de pancreatitis obstructiva. Desde un punto de vista clínico todas ellas pueden presentarse como un brote único o con episodios recidivantes, lo cual dificulta la diferenciación, en el momento inicial, de una forma u otra, debiendo esperar la evaluación funcional y la realización de un estudio morfológico más exhaustivo de la glándula.

La PA se caracteriza por ser una vía de respuesta inflamatoria común frente a muy diversos desencadenantes causales. La colelitiasis y el alcohol son los factores etiológicos asociados más frecuentes, pero son posibles otros, como virus, fármacos, traumatismos, autoinmunidad, isquemia, anomalías ductales pancreáticas y obstrucción mecánica al flujo pancreático por cáncer o trastornos inflamatorios. (2)

La clasificación más aceptada de PA es la establecida en 1992 en la ciudad norteamericana de Atlanta. En ella se planteó como aspecto crucial la distinción entre formas leves y graves. Los episodios leves se caracterizan por la ausencia de complicaciones, existiendo simple edema de la glándula desde la perspectiva morfológica. Las formas graves son, por definición, aquellas que presentan complicaciones, sean locales o sistémicas.

En los casos graves, la necrosis afecta típicamente al tejido pancreático y estructuras grasas peripancreáticas. Son frecuentes las colecciones inflamatorias peripancreáticas, que pueden extenderse hasta territorios intraabdominales alejados del páncreas. Las colecciones pueden circunscribirse en la evolución, dando lugar a la aparición de pseudoquistes pancreáticos. La necrosis puede infectarse de forma difusa, al igual que las colecciones intraabdominales. También es posible la formación evolutiva de abscesos. Después de una respuesta inflamatoria generalizada e intensa, pueden aparecer complicaciones sistémicas, incluyendo fracaso de órganos y sistemas. La intensidad de la respuesta sistémica se correlaciona bien con la extensión de la necrosis.

Desarrollo:

La pancreatitis aguda puede definirse como una inflamación súbita desarrollada sobre una glándula pancreática previamente sana, que suele seguirse, si el enfermo sobrevive, de una curación sin secuelas, aunque a veces y según el grado de destrucción que ha sufrido la glándula pueden quedar lesiones irreversibles, tanto morfológicas como funcionales. (1)

Los factores etiológicos que pueden desencadenar una pancreatitis aguda son muy variados, los más frecuentes son la litiasis biliar y el alcoholismo, que representan, junto con los de origen idiopático, el 85-95% de todas las causas de pancreatitis. Las otras posibles etiologías pueden considerarse excepcionales.

El 30-75% de las causas de esta enfermedad se relacionan con la litiasis biliar, debido al paso de los cálculos vesiculares al colédoco y a su impactación temporal en la papila de Vater, hecho que es favorecido por la existencia, en alrededor del 65% de los individuos, de un conducto común para los últimos milímetros del colédoco y del conducto de Wirsung.

El alcohol es la segunda causa más frecuente de pancreatitis (15%), aunque su incidencia puede variar según las áreas geográficas estudiadas, en relación con el grado de consumo. Se ha observado que esta incidencia es más elevada en los varones que en las mujeres. Al parecer, una sola ingesta suficientemente importante de alcohol es capaz de provocar un episodio de pancreatitis; no obstante, muchas veces lo que se produce son episodios de reagudización sobre una base de pancreatitis crónica en un paciente consumidor habitual de esta sustancia.

Las alteraciones estructurales del duodeno y de la vía biliar y pancreática también se han implicado en la etiología de la pancreatitis aguda. Así, deben considerarse dentro de esta categoría la reacción fibrosa del esfinter de Oddi, las estenosis duodenales causadas por la retracción de una úlcera péptica, por la existencia de grandes divertículos intraduodenales, la pinza aortomesentérica, el páncreas anular, una malrotación intestinal, el carcinoma duodenal o, incluso, adenomas vellosos de esta localización. La estenosis del conducto de Wirsung debida a adenocarcinoma ductal, cálculos intraductales, páncreas divisum o estenosis postraumáticas también se han descrito como causas de esta enfermedad.

Se han observado pancreatitis agudas tras la práctica de una CPRE (1-3,5%).

Patogenia:

Está totalmente aceptado que el proceso inflamatorio agudo que se desarrolla en el páncreas requiere el fallo coincidente de los diversos mecanismos de protección que posee esta glándula frente a las propias enzimas que sintetiza y segrega.

Estos mecanismos son fundamentalmente tres: la síntesis de enzimas en forma de cimógenos inactivos, la presencia intracelular de proteasas inhibidoras y la secreción de las enzimas desde el propio espacio citoplasmático. En situaciones patológicas se produce una activación temprana e inadecuada de los diferentes cimógenos segregados por la glándula, a través de diversos mecanismos que actúan de forma más o menos simultánea. Así, la alteración de la barrera de protección celular, por acción de etanol o de la bilis, favorece la introducción en el interior de la célula del líquido duodenal refluido, lo que determina que la enterocinasa contenida en él actúe a nivel intraglandular y que se activen las hidrolasas lisosómicas. Todo ello contribuye a la activación intracelular de las enzimas y a la autodigestión celular; como consecuencia se produce una necrosis por coagulación con amplias zonas hemorrágicas, lo que traduce el aspecto macroscópico y microscópico de la pancreatitis aguda.

Anatomía patológica:

Se diferencian dos tipos anatomopatológicos: la pancreatitis edematosa o intersticial y la necrohemorrágica. Por regla general la forma edematosa es la más frecuente (80%) y suele ser más bien benigna, aunque puede progresar a la forma hemorrágica y tener consecuencias letales. El aspecto macroscópico de la pancreatitis edematosa es el de una glándula tumefacta y brillante. Histológicamente se observan congestión vascular, edema e infiltración de leucocitos neutrófilos, sobre todo en el espacio intersticial.

En la pancreatitis necrohemorrágica la glándula tiene un aspecto similar a la forma edematosa, pero con áreas hemorrágicas y necróticas, y presenta placas blanquecinas en la superficie. Histológicamente se observa necrosis del parénquima, hemorragia y extensa infiltración por leucocitos polimorfonucleares neutrófilos. Las placas de color blanquecino corresponden a necrosis de la grasa estromal peripancreática, producida por la acción de las enzimas lipolíticas liberadas localmente o circulantes.

Cuadro clínico:

Los síntomas que hacen sospechar el diagnóstico de pancreatitis aguda son variados, pero algunos de ellos característicos y de aparición muy frecuente. Entre todos ellos adquiere especial relevancia el dolor, que suele presentarse desde el inicio del proceso, de forma brusca o de intensidad creciente, en general relacionado con una ingesta previa importante de comida o alcohol. El enfermo lo describe de inicio epigástrico, con irradiación a ambos hipocondrios e incluso en ocasiones hasta la espalda.

El dolor obliga a adoptar posturas antiálgicas, a menudo flexionando el tronco sobre las piernas. Este síntoma se presenta de forma casi constante (85-100%), aunque en las pancreatitis edematosas puede ser poco intenso o apenas perceptible.

En muchos pacientes el dolor se acompaña de náuseas y vómitos (54-92%); éstos pueden ser alimentarios o biliosos.

No es infrecuente la aparición de distensión abdominal acompañada de falta de emisión de heces y de gases (50%) debido a la paresia intestinal que suele acompañar a este proceso. Se vigilará siempre la presencia de fiebre (12-27%) que puede presentarse por la simple reabsorción de los exudados producidos por la propia enfermedad, por sobreinfección de dichos exudados o de la necrosis, o ser secundaria a un proceso infeccioso de la vía biliar y causante de la pancreatitis, en cuyo caso suele acompañarse de ictericia (8%).

En la exploración física se descubre habitualmente un enfermo con aspecto de gravedad, taquicárdico y, en ocasiones, hipotenso. El abdomen puede estar distendido, con disminución o ausencia de los ruidos intestinales. La palpación abdominal puede mostrar un epigastrio doloroso y en las pancreatitis litiásicas es posible la presencia de dolor y resistencia a la palpación del hipocondrio derecho.

Diagnóstico biológico.

Tras la sospecha de PA se procede a la determinación de enzimas pancreáticas en suero, casi siempre amilasa o lipasa. La amilasemia es la prueba más tradicional y extendida, a pesar de no ser organoespecífica. En la PA se multiplica varias veces su nivel normal, a expensas de su fracción pancreática (isoamilasa P), que puede medirse de forma independiente. Las concentraciones séricas de enzimas pancreáticas tienden rápidamente a disminuir tras el comienzo del cuadro, no siendo raro que a las 72 horas estén ya próximas a los límites de la normalidad, aunque otros autores afirman que demora de 3 a 7 dias. La magnitud del incremento de amilasa y lipasa no muestra ninguna relación con la gravedad del cuadro.

La comprobación de cifras elevadas de las diferentes enzimas pancreáticas en plasma, orina u otros líquidos orgánicos apoya fuertemente la existencia de una lesión pancreática. Este hallazgo, junto con la clínica y los datos obtenidos mediante las técnicas de imagen, constituyen los pilares del diagnóstico de la pancreatitis aguda.

La enzima más utilizada clásicamente para el diagnóstico de esta enfermedad es la amilasa. La elevación de su concentración sérica cuatro veces por encima de su valor normal apoya fuertemente el diagnóstico de pancreatitis. La cuantificación de la lipasa sérica también se ha utilizado para el diagnóstico de la enfermedad y se considera que tiene valor diagnóstico cuando su nivel supera en dos veces el límite superior de la normalidad.

El recuento de leucocitos suele aumentar hasta 12.000 a 20.000/ml. Las pérdidas de líquido en el tercer espacio pueden aumentar el Hto a cifras tan elevadas como 50 a 55%, que indican inflamación grave. Puede producirse hiperglucemia. La bilirrubina sérica aumenta en un 15 a 25% de los pacientes porque el edema pancreático comprime el colédoco.

Diagnóstico por la imagen.

Valorar morfológicamente la glándula pancreática ofrece información directa sobre la existencia o no de pancreatitis, aunque, como se verá después, esta valoración es sobre todo primordial para la clasificación de gravedad y el diagnóstico de las complicaciones. Además, es importante visualizar la vesícula y la vía biliar en la primera fase de evolución de la pancreatitis. La presencia de colelitiasis ofrece pistas de valor etiológico, y la ocupación de la vía biliar principal por cálculo implica necesidad inmediata de liberación terapéutica de ésta.

La ecografía es sobre todo útil para la valoración biliar. Dependiendo de la habilidad del ecografista, puede ser también alto su rendimiento en la evaluación pancreática, aunque la presencia de íleo interfiere con frecuencia en la visualización. La tomografía computarizada (TC) es casi infalible a la hora de observar el páncreas. Por lo demás, los procedimientos axiales y la realización de imágenes dinámicas tras la inyección de contraste intravenoso son el patrón oro de la clasificación de gravedad morfológica. (2)

La resonancia magnética nuclear (RMN), así como la ultrasonografía endoscópica (USE) o ecoendoscopia, ofrecen excelentes imágenes tanto de la vía biliar como del páncreas. Por el momento son técnicas complementarias, a realizar cuando se quiere valorar finamente la existencia de patología intracoledociana, o ductular pancreática, evitando la más invasiva, la colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (CPRE). (2)

Las radiografías simples del abdomen en posición supina y erecta pueden revelar cálculos en los conductos pancreáticos (prueba de inflamación previa y por tanto de pancreatitis crónica), cálculos biliares calcificados o íleo localizado en el cuadrante superior izquierdo o en el centro del abdomen (un asa "centinela" de intestino delgado, dilatación del colon transverso o íleo duodenal). (3)

Complicaciones:

Las complicaciones locales pueden presentarse en la fase inicial de la enfermedad (primera semana), como en el caso de los exudados y de la necrosis, o entre la segunda y la cuarta semanas, como ocurre con el seudoquiste o el absceso, la ascitis, con fístula pancreática o sin ella, y la obstrucción intestinal.

La infección pancreática del tejido retroperitoneal desvitalizado suele ser causada por microorganismos gramnegativos. Debe sospecharse la infección si el paciente mantiene un aspecto de intoxicación generalizada con temperatura elevada y recuento de leucocitos elevado, o si se presenta un empeoramiento tras un período inicial de estabilización.

Un seudoquiste pancreático es una colección de líquido pancreático rico en enzimas y residuos tisulares procedente de las áreas de necrosis o de un conducto obstruido más delgado. No está rodeado por una verdadera cápsula.

El seudoquiste es una colección de líquido rico en enzimas pancreáticas, con una cantidad variable de detritos y sangre, limitada por las estructuras adyacentes a partir de las cuales se origina una pared de tejido fibroso y de granulación. Su localización y su tamaño son variables. Se debe sospechar en toda pancreatitis que no mejora en el plazo de una semana. Generalmente evoluciona a partir de una necrosis estéril. Alrededor del 25% de las pancreatitis desarrollan esta complicación. En el 20% de los casos se resuelven de forma espontánea y muy pocos requieren tratamiento quirúrgico y no antes de transcurridas 4-6 semanas del establecimiento del diagnóstico. En la actualidad es posible practicar punciones aspirativas mediante ecografía o TC, en especial en los seudoquistes de crecimiento rápido.

Complicaciones sistémicas:

En la PA en algunos casos se activan mediadores de inflamación y se desarrolla un síndrome de respuesta inflamatoria sistémica (SIRS). Una vez presentes, estas complicaciones marcan la gravedad de la PA, ya casi independientemente de la evolución del proceso pancreático. Se manifiesta a través del compromiso cardiovascular (shock), afectación pulmonar (síndrome de distrés respiratorio del adulto (SDRA) y la insuficiencia renal aguda, que también son las causas dominantes de la mortalidad precoz de la PA grave.

Tratamiento:

El tratamiento de la PA persigue los objetivos de mejora del confort del paciente, curación completa del episodio, prevención y tratamiento de las complicaciones, y resolución del agente etiológico. Para ello se apoya en una cuidadosa evaluación del paciente, en la instauración de medidas generales que intentan mejorar los síntomas y establecer el reposo pancreático, en el inicio precoz de soporte nutricional de los casos graves, la prevención y tratamiento intensivo del fracaso multiorgánico, el control y resolución de las complicaciones locales, y finalmente en la adopción de medidas que eviten nuevos episodios. (3)

Medidas generales(3)

Ayuno y fluidoterapia.

El ayuno es una medida aceptada y aplicada de forma sistemática en la PA. En concepto busca el simple reposo funcional del páncreas. Pero además, el cese de la alimentación oral es una medida obligada para el control sintomático de un paciente que tiene dolor abdominal, frecuente interrupción motora del tránsito y una afectación inflamatoria, más o menos grave, del tramo digestivo superior. Si el episodio es leve, no hay razón para prolongar el ayuno mucho más allá de 5 días, plazo habitual en el que estos pacientes normalizan las cifras de enzimas pancreáticas en suero, se encuentran aliviados de sus síntomas y han reiniciado tránsito intestinal. Si el episodio es grave, los criterios para reinstaurar la alimentación oral, contando con que el paciente estará desde el inicio de su episodio con soporte nutricional parenteral o enteral, pasan por la confirmación de los siguientes puntos: desaparición del dolor abdominal espontáneo y a la palpación, concentraciones de amilasa normales, o cercanos a la normalidad, y resolución clínica de las complicaciones mayores.

Los líquidos de reintroducción de la alimentación oral deben ser acalóricos al principio, administrados a ritmo, por ejemplo, de 100 a 300 ml/4 h, las primeras 24 h. Si la tolerancia es buena se pueden mantener el segundo día los mismos volúmenes ya con nutrientes, para pasar en los siguientes 4 días progresivamente a los alimentos sólidos. El contenido calórico inicial no debería sobrepasar las 150 kcal por toma, hasta llegar a cifras entre 500 y 700 kcal por comida, al final de la reintroducción. La contribución calórica de los hidratos de carbono debería ser siempre superior al 50 % del aporte total.

En la pancreatitis leve, la hidratación intravenosa del paciente es una medida de soporte elemental, necesaria en tanto que el paciente mantiene el ayuno y se recupera del episodio. En los casos graves, la estabilización hemodinámica, incluyendo especialmente la estrategia de fluidoterapia intravenosa, es parte esencial de la necesaria aproximación intensiva.

Sonda nasogástrica.

Diversos estudios han demostrado que la aspiración continua del contenido gástrico a través de sonda nasogástrica carece de valor terapéutico en ausencia de íleo. No existe por tanto indicación de sondaje nasogástrico en los episodios leves. En los graves, esta medida está directamente ligada a la necesidad de descompresión del tramo digestivo alto, frecuente en este tipo de enfermos.

Tratamiento del dolor.

El dolor de la PA es muy intenso y su alivio debe ser un objetivo terapéutico de primer orden. La estrategia de pautar analgesia a demanda es errónea. La pauta debe ser establecida buscando el control continuo del dolor. En España está muy extendido el uso del metamizol , que puede ser usado en el dolor leve o moderado a dosis de 2 g en venoclisis lenta cada 6 h. Si no se controla el dolor, puede sustituirse, o alternarse, con la administración de ketorolaco, a dosis de 30 mg i.v. también cada 6 h. En los dolores más intensos debe emplearse analgesia de perfil opioide: una alternativa en este sentido puede ser tramadol ClH (100 mg i.v. cada 6 h), o dolantina s.c. o i.v. (50 mg/ cada 6 h).

Soporte nutricional.

Cualquier enfermo con un proceso tan grave como una PA complicada requiere soporte nutricional.

En la pancreatitis, por la necesidad de ayuno desde el principio y el intenso catabolismo, la instauración de este soporte debe ser lo más precoz posible, idealmente en las primeras 24 horas. Aunque la tendencia habitual ha sido el uso de la nutrición parenteral, con criterios generales en cuanto a su perfil, esta variante tiene la desventaja de que al no entrar alimentos en el tubo digestivo, se produce rápidamente una atrofia de mucosa intestinal. (3)

Bibliografía:

1 Farreras-Rozman. Medicina interna. Ediciones Hartcourt. 14. Edición. Año: 2000

2 Ponce García, Julio y colaboradores. Tratamiento de las enfermedades gastroenterológicas. 2 da. Edición. Ediciones: Doyma. Asociación Española de Gastroenterología (AEG), Año.2005

3 Manual de Merck. Ediciones Hartcourt. Decima edición. Año: 1999.

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Titulo: Enfermedad de la gota,como tratar esta enfermedad articular.

Autor. Dr. Jorge Serra Colina.

Introducción.

La gota es una artritis inflamatoria, asociada con hiperuricemia, se caracteriza por la cristalización de urato monosódico en las articulaciones y los tejidos. Produce una sustancial morbilidad a causa del dolor en la artritis gotosa aguda y a las deformidades articulares en la gota tofácea crónica. Se vincula a enfermedades sistémicas, como el síndrome metabólico y la diabetes. Los factores ambientales y genéticos contribuyen a la hiperuricemia. La gota es el resultado de una respuesta inflamatoria a los cristales y las estrategias de tratamiento que disuelvan los cristales son centrales para su manejo efectivo. Los hábitos dietéticos saludables y los fármacos reductores del ácido úrico sérico pueden contribuir a un mejor control de la uricemia y de las enfermedades asociadas a la gota. 

La gota es la forma más frecuente y tratable de artritis inflamatoria, debida al depósito de cristales de urato monosódico en tejidos y articulaciones. Tiene una alta prevalencia mundial: población general 1-4%,  Estados Unidos 3,9%, Francia 0,9%, Reino Unido 2,49%, Alemania 1,4%,  Nueva Zelandia 3,9%, Taiwán 6,24%  y Sudáfrica 0,7%. 

La prevalencia de la gota es mayor en los hombres, debido al efecto uricosúrico de los estrógenos en las mujeres, con un pico de incidencia en la cuarta década de vida. En mujeres aparece después de la menopausia. En los países occidentales ocurre en el 3-6% de los hombres y 1-2% de las mujeres, pero alcanza hasta 10% en algunos países.  En Estados Unidos la prevalencia en hombres fue del 5,9% y en mujeres, del 2%. 

La frecuencia de la gota se incrementa con el proceso de envejecimiento y alcanza hasta 10% en hombres y 6% en mujeres > 80 años. 

Patogenia de la gota

El urato es la forma iónica del ácido úrico.Los cristales de urato se depositan en los tejidos cuando las concentraciones séricas de ácido úrico sobrepasan el valor normal de 6,8 mg/dL (408 μmol/L).

Los factores que afectan la solubilidad del ácido úrico en las articulaciones son: pH del líquido sinovial, concentración de agua, concentraciones de electrolitos y otros componentes de la sinovia, como proteoglicanos y colágeno. 

La concentración sérica de ácido úrico depende del balance entre su producción, por la ingesta dietética de purinas, o su síntesis endógena, por el recambio celular y su excreción por los riñones y el tracto gastrointestinal. El incremento de la producción de ácido úrico es responsable del 10% de los casos de gota, mientras el 90% restante se debe a una diminución en la excreción renal e intestinal.

Dieta.
La ingestión de alimentos ricos en purinas, especialmente de origen animal y marino, es clave para el incremento de los precursores de ácido úrico. Los alimentos ricos en purinas de origen vegetal, como frijoles, lentejas, legumbres y productos lácteos, no elevan el riesgo de hiperuricemia y gota, incluso los alimentos ricos en vitamina C, aceites vegetales, como de oliva, girasol y soya, reducen ese riesgo. La vitamina C incrementa la excreción renal de ácido úrico y puede utilizarse como complemento en el tratamiento de la gota.

El alcohol es un factor de riesgo de gota. El riesgo de gota depende del tipo de bebida, por ejemplo, la cerveza empeora más la hiperuricemia, mientras el vino tiene un riesgo bajo.

Factores de riesgo.

Eres más propenso a padecer gota si tienes niveles elevados de ácido úrico en el organismo. Los factores que aumentan el nivel de ácido úrico en el cuerpo son los siguientes:

• Alimentación. Una alimentación compuesta principalmente de carne roja y mariscos; y bebidas endulzadas con azúcar de fruta (fructosa) eleva los niveles de ácido úrico, lo cual aumenta tu riesgo de desarrollar gota. El consumo de alcohol, en especial de cerveza, también incrementa el riesgo de que padezcas gota.

• Peso. Si tienes sobrepeso, el organismo produce más ácido úrico, por lo que los riñones tienen mayor dificultad para eliminarlo.

• Afecciones médicas. Algunas enfermedades y afecciones pueden aumentar el riesgo que padezcas gota. Estas incluyen la presión arterial alta sin tratar y las afecciones crónicas, como la diabetes, obesidad. síndrome metabólico, y las enfermedades renales y cardíacas.

• Ciertos medicamentos. La aspirina en dosis bajas y algunos medicamentos utilizados para controlar la hipertensión, incluidos los diuréticos tiazídicos, los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina y los betabloqueadores, también pueden aumentar los niveles de ácido úrico. También, tiene el mismo efecto el uso de medicamentos contra el rechazo que se les recetan a las personas que tuvieron un trasplante de órganos.

• Antecedentes familiares de gota. Si otros miembros de tu familia tuvieron gota, es más probable que padezcas la enfermedad.

• Edad y sexo. La gota se produce con mayor frecuencia en los hombres principalmente porque las mujeres suelen tener niveles más bajos de ácido úrico. Sin embargo, después de la menopausia, los niveles de ácido úrico de las mujeres se asemejan a los de los hombres. Los hombres también son más propensos a desarrollar gota a una edad más temprana, por lo general, entre los 30 y los 50 años, mientras que las mujeres suelen manifestar signos y síntomas después de la menopausia.

• Cirugías o traumatismos recientes. A veces, haber tenido una cirugía o un traumatismo recientes puede desencadenar un ataque de gota. En algunas personas, recibir una vacuna puede desencadenar un brote de gota.

Tipos de gota.


Los casos de gota, de acuerdo con su etiología, se dividen en dos grupos: gota primaria y gota segundaria. La gota primaria corresponde a la inmensa mayoría de los casos y no existe otra enfermedad que sea la causa del problema, que puede ser por aumento de la producción de ácido úrico y el defecto desconocido (idiopático) o por disminución en la eliminación de ácido úrico.

La gota secundaria es la originada por otra enfermedad como puede ocurrir en la policitemia vera, leucemia, psoriasis extensas, tumores malignos, enfermedades renales como insuficiencia renal y otros; algunos medicamentos como los diuréticos, ácido acetil salicílico y algunos quimioterápicos también pueden originarla.

Manifestaciones clínicas

La gota presenta 4 estadios clínicos: hiperuricemia asintomática.
ataque agudo de artritis gotosa, periodo intercrisis y artritis tofácea crónica.  La progresión de un estadio a otro es evitable, porque los depósitos de cristales de urato monosódico son reversibles con un tratamiento adecuado, lo que sugiere que la enfermedad es curable. 

Durante la hiperuricemia asintomática los pacientes no presentan síntomas ni signos y se diagnostican accidentalmente, cuando se les determinan las concentraciones de ácido úrico en suero, aunque algunos pacientes con hiperuricemia pueden sufrir un ataque agudo. En la actualidad, con las nuevas técnicas de imagenología, estos supuestos están cambiando.

Pruebas diagnósticas.

• Análisis del líquido sinovial (muestra cristales de ácido úrico)

• Ácido úrico en la sangre

• Radiografía de la articulación (puede ser normal)

• Biopsia sinovial

• Ácido úrico en la orina

Un nivel de ácido úrico en la sangre de más de 7.2 mg/dL (miligramos por decilitro) es alto. Sin embargo, no toda persona con un nivel alto de ácido úrico tiene gota.

Tratamiento de la crisis aguda.

El incorrecto manejo médico lleva a la gota, considerada en la actualidad una enfermedad curable, a un estadio crónico.  El otro problema frecuente es la baja adherencia de los pacientes a las terapias reductoras de ácido úrico sérico.

La gota aguda se puede tratar con medicamentos AINE , indometacina, corticosteroides o colchicina. La colchicina oral y los AINE, son medicamentos de primera línea en la artritis gotosa aguda.

Tratamientos hipourémicos a largo plazo

La reducción de los niveles de ácido úrico es clave para evitar los brotes de gota. El alopurinol y el febuxostat son medicamentos de primera línea para la prevención de la gota recurrente, y la colchicina y el probenecid se reservan para pacientes que no pueden tolerar los agentes de primera línea o en los que estos agentes son ineficaces. Los pacientes que reciben medicamentos reductores de urato deben ser tratados simultáneamente con medicamentos AINE, colchicina o esteroides en dosis bajas para prevenir los brotes.

El tratamiento debe continuar durante al menos 3 meses después de que los niveles de ácido úrico caigan por debajo del nivel objetivo en las personas sin tofos, y durante seis meses en las personas con antecedentes de tofos. El uso de diuréticos tiacídicos y de asa puede aumentar los niveles de ácido úrico.

Bibliografia.





miércoles, 31 de enero de 2024

Temas de medicina y mas.

Titulo. Pericarditis aguda. Aspectos clínicos, diagnostico y tratamiento.

Autor. Dr. Jorge Serra Colina. Especialista en medicina general integral.

Introducción.

La pericarditis es una inflamación aguda del pericardio que puede cursar con o sin derrame pericárdico y con o sin taponamiento cardíaco.

Esta enfermedad tiene varias etiologias, como la pericarditis infecciosa, por virus, bacterias, o tuberculosis, pericarditis de causa neoplasica, la causada por mecanismo inmunológicos y vasculitis, y la causada por agentes físicos, entre otras. Sin embargo a pesar de esta gran variedad de etiológias, en todas las series la más frecuente es la pericarditis aguda en la que no se reconoce el agente causal , que se denomina Pericarditis aguda idiopática. 

Así, en un estudio que conto con una serie de 231 pacientes con pericarditis agudas consecutivas, el 86% era de origen idiopático, a pesar de un estudio etiológico extenso. No obstante se dice que es probable que la elevada prevalencia de pericarditis agudas idiopáticas esté sobrevalorada debido a la baja identificación de pericarditis víricas, y por la dificultad práctica de obtener estudios sistemáticos adecuados de virus.

Diagnostico.

El diagnóstico de la pericarditis aguda es clínico y se establece a partir de la tríada siguiente. 

  1. dolor torácico.

  2. Roce pericardico.

  3. Fiebre. 

El dolor pericárdico es torácico, se sient en el plano anterior y aumenta de manera característica con la inspiración y la tos, pudiendo mejorar si el paciente se sienta; en ocasiones se irradia al cuello, el dorso o los hombros, y su intensidad, puede ser desde muy ligero hasta muy intenso y su duración, de horas a días, siendo muy variables. 

El roce pericárdico acostumbra a ser poco intenso y suele auscultarse mejor en el mesocardio, en espiración y con el enfermo sentado; este puede ser sistodiastólico, sistólico y diastólico, se dice que en estas dos últimas circunstancias se puede confundir fácilmente con un soplo, aunque sus características auscultatorias especiales, la sensación acústica de roce, ayudan a identificarlo; su duración es variable, de horas a días, siendo característico que cambie, a lo largo de la evolución de la enfermedad, de intensidad y, en ocasiones, de localización en el ciclo cardíaco.

Por ejemplo un roce sistólico inicial se convierte luego en sistodiastólico y acaba siendo sólo diastólico antes de desaparecer. 

La fiebre, que aparece con mayor frecuencia, en forma de febrícula, es común, aunque no constante. La pericarditis aguda puede acompañarse de disnea en los grandes esfuerzos, aun en ausencia de taponamiento cardíaco.

Electrocardiograma. 

Es de gran utilidad diagnóstica, ya que puede mostrar cambios evolutivos muy sugestivos de pericarditis aguda en un elevado número de pacientes (80-90%); en los restantes casos los cambios son muy sutiles o inexistentes. En su forma más típica el ECG muestra supradesnivel del segmento ST, de concavidad superior, que abarca todas o casi todas las derivaciones, excepto aVR; posteriormente, aparece inversión de las ondas T con negatividad de grado variable.

Se ha considerado que estos dos patrones ("lesión-isquemia") no coinciden en el tiempo y que, cuando lo hacen, el cuadro es más sospechoso de cardiopatía isquémica que de pericarditis. Sin embargo, el 10% de los enfermos presentan este patrón electrocardiográfico en el curso de la evolución. 

El supradesnivel del segmento ST es de corta duración, se observo que en general, son horas; por el contrario, las ondas T negativas pueden persistir meses sin que ello indique que la enfermedad se encuentra en fase activa. En cualquier caso, debe tenerse en cuenta que un número elevado de pacientes presenta manifestaciones electrocardiográficas atípicas. 

El ecocardiograma, no es útil para el diagnóstico de la pericarditis aguda propiamente dicha, ya que la presencia de derrame, aunque frecuente, se puede ver en el 50%, no presupone la existencia de aquélla; por otra parte, la ausencia de derrame pericárdico no excluye la posibilidad de pericarditis aguda. Lo mismo ocurre con la radiografía de tórax; así, la gran mayoría de las pericarditis agudas cursan con una radiografía de tórax normal, excepto que se acompañen de gran derrame pericárdico o afección pulmonar. 

Datos de laboratorio.

Los exámenes complementarios pueden aportar alteraciones inespecíficas propias de una infección aguda, como leucocitosis y eritrosedimentacion  elevadas.

Algunas pericarditis agudas graves, no secundarias a infarto de miocardio, pueden cursar con aumento de la enzima creatinkinasa (incluso de la fracción MB), en relación con una miocarditis focal acompañante; algunos autores creen que este contexto clínico corresponde a una verdadera miocarditis en la mayoría de los casos. 

Ahora si se dispone de cultivo de virus, éstos pueden ser positivos, aunque una sola determinación positiva no establece necesariamente una relación causal. 

Por otra parte, en las pericarditis agudas específicas, el laboratorio puede, en ocasiones, aportar datos etiológicos definitivos. La intradermorreacción de Mantoux tiene escaso o nulo valor diagnóstico; por ejemplo se describe que en una serie de 20 pacientes con pericarditis tuberculosa, esta fue negativa en el 25% de los casos, mientras que fue positiva en el 41% de las pericarditis agudas idiopáticas. 

El valor diagnóstico del líquido pericárdico también se puede analizar para determinar la etiología de la pericarditis.

Diagnostico etiológico.

Se dice que es complejo, debido a que en la inmensa mayoría de los casos no se encuentra un agente causal, como señalamos los casos más frecuentes presentan pericarditis aguda idiopática, aunque, como ya se ha comentado, es muy probable que un número considerable de estas pericarditis tenga un origen idiopático vírico no identificado. 

Por ello, en la investigación etiológica debe buscarse un equilibrio entre el coste y la eficacia del protocolo seguido, ya que incluso con el protocolo más exhaustivo la gran mayoría de las pericarditis agudas serán idiopáticas o víricas. 

Por otra parte, las características clínicas (dolor, roce, fiebre) de la pericarditis no guardan relación con la etiología. En los casos de derrame y sin taponamiento, prácticamente nunca están indicadas la pericardiocentesis y la biopsia pericárdica con finalidad diagnóstica, pues su rendimiento diagnóstico es muy bajo, de alrededor de un 6%. 

Evolución.

La evolución de esta enfermedad es muy variable, pues casi todas tienden a la curación, a menudo espontánea, aunque en el 15-20% de los casos se presentan recidivas, las pericarditis aguda recidivante,  en las semanas o los meses posteriores al brote agudo. La pericarditis recidivante suele autolimitarse de un modo definitivo, aunque a veces lo hace sólo después de varios brotes a lo largo de algunos años; en algunas ocasiones la pericarditis recidivante no se autolimita, con los consiguientes problemas terapéuticos.

Además el taponamiento cardíaco no es raro de ver en la fase aguda de las pericarditis idiopáticas o víricas. Por último, sólo una pequeña proporción de las pericarditis agudas desarrollan un cuadro de constricción cardíaca crónica (pericarditis constrictiva o pericarditis efusivoconstrictiva); y muy raras veces, esta evolución se observa en las formas víricas o idiopáticas que, sin embargo, pueden presentar una pericarditis constrictiva transitoria durante la fase aguda. 

Tratamiento.

El tratamiento es sintomático y consiste en:

Reposo en cama y administración de ácido acetilsalicílico (aspirina) , dosis de 0,5 g cada 6 horas o se puede administrar indometacina o ibuprofeno, durante un periodo de 7 a 10 dias, para aliviar el dolor. Pero si a las 48 horas no se alivia el dolor, se puede indicar glucoesteroides como droga de segnda línea, a razón de 60 – 80 mg diarios.

Aunque la mayoría de los autores no son partidarios de administrar glucocorticoides, por considerarlos innecesarios y perjudiciales para el control de la sintomatología, no obstante hoy en dia muchos médicos lo indican como droga de segunda linea. En las pericarditis con etiología conocida, el tratamiento se hará según la causa. Por ejemplo la administración de tratamiento antituberculoso es desaconsejable, a menos que se haya identificado el bacilo de Koch; y por último se indica tratamiento antibiótico para tratar un pericarditis purulenta de causa bacteriana. 

También se puede indicar colchicina 1g/ dia para tratar la pericarditis recidivante.  

Bibliografía.

  • Farreras Rozman. Temas de medicina interna. Edición 14. Ediciones Hartcourt.año.2000

  • Alvarez sintes R. Tema de Medicina general integral. Ecimed. La Habana. Año. 2001

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Titulo. Cáncer de próstata. Aspectos diagnósticos y terapéuticos.

Autor. Dr. Jorge Serra Colina. Especialista en MGI.

Introducción.

El cáncer de próstata es la segunda causa de muerte por cáncer en el sexo masculino. Su incidencia se ha incrementado en las últimas décadas, en relación con un aumento de la esperanza de vida de la población. La probabilidad de que un varón desarrolle un cáncer de próstata es de un 15%, riesgo que aumenta de forma progresiva con la edad. 

Se dice que a los 50 años, el hombre tiene un 42% de posibilidades de desarrollar un cáncer de próstata y un 2,9% de posibilidades de morir del mismo por esta causa. La mediana de edad de presentación es de 66 años. Según estudios necrópsicos, un 1% de las autopsias practicadas a varones de 50 años de edad muestran la presencia de cáncer de próstata latente, mientras que ese porcentaje aumenta hasta un 80% a los 70 años de edad, lo cual indica que un elevado porcentaje de este cáncer es subclínico.

Patogenia.

El mecanismo de producción de esta enfermedad se podría explicar por que el estímulo androgénico continuado podría estar implicado en el desarrollo del cáncer de próstata. Las células epiteliales prostáticas normales dependen de los andrógenos para su crecimiento y, en su ausencia, experimentan muerte celular programada o apoptosis. 

Entonces en la próstata la testosterona se convierte en dihidrotestosterona (DHT) mediante la acción de la enzima 5a-reductasa. La DHT forma complejos con los receptores de andrógenos localizados en las células prostáticas, lo que desencadena la activación de genes específicos que regulan el crecimiento, muerte y diferenciación celular. Un desequilibrio en estos mecanismos podría estar implicado en la carcinogénesis prostática. Factores dietéticos (elevada ingesta de grasas), étnicos (etnia negra), la presencia de lesiones premalignas (PIN: prostatic intraepitelial neoplasia) o genéticos (5-10% de los casos son de tipo familiar) están relacionados con un mayor riesgo de cáncer de próstata.

Anatomía patológica.

El tipo histológico más frecuente es el adenocarcinoma, se ve en más del 95% de los casos. Un factor histológico importante es el grado de diferenciación tumoral, que se mide mediante el índice de Gleason.

Los tumores bien diferenciados pueden permanecer localizados durante largos períodos de tiempo, mientras que los tumores moderadamente o poco diferenciados suelen ser más agresivos y presentar diseminación a distancia.

Diagnostico de extensión.

Se plantea que inicialmente, el cáncer de próstata suele crecer de forma local. Y sus vías de diseminación son la perineural, ganglionar y la circulación sistémica. Las metástasis más frecuentes son las óseas, característicamente de tipo osteoblástico, y raramente afecta a otros órganos.

Cuadro clínico.

El cáncer en sus fases iniciales suele ser asintomático, este puede evolucionar lentamente durante años y el paciente puede fallecer por otras causas diferentes al cáncer. La presencia de síntomas, como síndrome prostático, dolor o hematuria, suele indicar que la enfermedad se halla localmente avanzada. 

En estos casos debe establecerse el diagnóstico diferencial con otros procesos que cursan con aumento de tamaño de la glándula prostática, como la prostatitis aguda y crónica y la hipertrofia prostática benigna. El dolor óseo es el síntoma más frecuente de los pacientes con enfermedad diseminada y suelen presentar elevación de los valores en sangre del antígeno prostático específico (PSA).

El antígeno PSA es una proteína sintetizada específicamente en la glándula prostática, que puede también estar elevada en procesos benignos de la próstata. Es un marcador tumoral útil para valorar la evolución de los pacientes y determinar la respuesta al tratamiento. Los valores sanguíneos de fosfatasa ácida prostática y fosfatasa alcalina, en caso de mestástasis óseas, también suelen estar elevados.

Diagnostico.

El diagnóstico clínico de sospecha de este cáncer , es un tacto rectal sugestivo de neoplasia asociado a unas concentraciones elevadas de antígeno de la próstata específico (PSA) en sangre, lo que seria indicación de realizar múltiples biopsias prostáticas para confirmar el diagnóstico. Estas exploraciones son utilizadas como método de cribado para el diagnóstico precoz del cáncer de próstata.

Para el diagnóstico de extensión, una vez conocida la existencia de la enfermedad, puede realizarse una radiografía de tórax, tomografía axial, TAC, o Resonancia Magnetica  abdominopélvicas y una gammagrafía ósea.

Tratamiento.

Las opciones terapéuticas del cáncer de próstata localizado (estadios A y B) son la prostatectomía radical, la radioterapia y la observación (abstención terapéutica). El tratamiento se decidirá teniendo en consideración la extensión de la enfermedad, la edad del paciente, enfermedades asociadas, el deseo del paciente y otros factores pronósticos, como el índice de Gleason o los valores del antigeno PSA. 

En elestadio A1 se recomienda observación. En estadios A2 y B, la prostatectomía radical es el tratamiento curativo. No obstante, el tratamiento con radioterapia o la observación son consideradas opciones igualmente válidas, dependiendo de los factores citados previamente. El estadio C se considera no quirúrgico y se trata con radioterapia local asociada o no a hormonoterapia. Cuando la enfermedad está diseminada, el tratamiento de elección es la hormonoterapia. La radioterapia es efectiva en la paliación de síntomas de pacientes con estadio D. 

El tratamiento hormonal del cáncer de próstata se basa en la supresión androgénica. Ello se consigue mediante orquiectomía o la administración de un agonista de LH-RH asociado a un antiandrógeno periférico (bloqueo androgénico completo). La orquiectomía consiste en la extirpación quirúrgica de los testículos, responsables de la síntesis de la mayor parte de andrógenos. Los agonistas LH-RH (acetato de leuprolide, goserelina) impiden la producción androgénica por los testículos mediante la inhibición del eje hipotálamo-hipofisario. Los antiandrógenos periféricos como la flutamida y bicalutamida,  son antagonistas de los receptores de andrógenos. El tratamiento de primera línea induce respuestas en el 80% de los pacientes, con una mediana de duración de las mismas de 12 a 18 meses. 

Cuando fracasa el tratamiento hormonal de primera línea, las posibilidades de respuesta a la hormonoterapia de segunda línea o a la quimioterapia son bajas y la supervivencia de los enfermos es, en general, corta. 

Para el tratamiento hormonal de segunda línea pueden utilizarse estrógenos, progestágenos, glucocorticoides, inhibidores de la producción de andrógenos de origen suprarrenal (ketoconazol) o inhibidores de la 5a-reductasa (finasterida). Los agentes quimioterápicos que han demostrado mayor eficacia son la estramustina, ciclofosfamida, adriamicina, taxol, vinblastina, vinorelbina y etopósido.

Bibliografía.

  • Farreras Rozman. Temas de medicina interna. Edición 14. Ediciones Hartcourt.año.2000

  • Alvarez sintes R. Temas de Medicina general integral. Ecimed. La Habana. Año. 2001

  • Roca goderich Raul y colaboradores. Temas de Medicina Interna. Editorial de ciencias medicas. La Habana. Año.2004

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Titulo. Evaluación geriátrica integral. Como mejorar la calidad de vida de las personas de la tercera edad. 

Autor. Dr. Jorge Serra Colina. Especialista en medicina general integral.

Introducción.

Conceptos de interés. Se denomina gerontología al estudio del proceso de envejecimiento en todos sus aspectos. Abarca desde investigaciones de biología molecular hasta estudios socioeconómicos o sobre las consecuencias de la jubilación. El término fue utilizado por primera vez por Metchnikoff en 1901 en su libro La naturaleza del hombre: estudios de una filosofía optimista. Tal y como se desprende de su propia definición, los estudios gerontológicos pueden establecerse desde muy diversos prismas, abarcan diferentes ciencias y, en ese sentido, son interdisciplinares. 

La edad moderna de los estudios gerontológicos se inicia en EE.UU. en 1941, con el establecimiento de los primeros programas de estudio sobre el envejecimiento, de los que fue pionero Nathan Shock. A partir de los años cincuenta se inicia la época de los estudios longitudinales, de los que el de Baltimore fue el pionero y uno de los más completos. En 1975 se crea, también en EE.UU., el Instituto Nacional del Envejecimiento (National Institute of Aging). En diferentes países europeos, entre los que se encuentra España, se avanza en paralelo, aunque con algo más de retraso, menos intensidad y, como se verá en seguida, tal vez con una orientación más asistencial, más orientada hacia la geriatría. 

En la actualidad, las investigaciones gerontológicas están consideradas como prioritarias por los organismos oficiales de ayuda a la investigación de numerosos países. 

La geriatría se define como la rama de la medicina que estudia los aspectos clínicos, preventivos, terapéuticos y sociales del anciano, en situación de salud o de enfermedad. Incluye aspectos relativos a la mayor parte de las disciplinas clínicas y constituye una parte de la gerontología.

En cuanto a la valoración geriátrica integral, que es el tema que nos ocupa, es un método diagnóstico muldimensional, generalmente interdisciplinar, para determinar y cuantificar en una persona anciana las capacidades y problemas médicos, psicológicos, sociales y funcionales al objeto de desarrollar, posteriormente, para luego seguir un plan integral de tratamiento y seguimiento a largo plazo en el paciente geriátrico. 

En la tercera década del siglo XX, los británicos M. Warren y L. Cozyn realizaron evaluaciones exhaustivas y sistemáticas a pacientes institucionalizados en áreas de enfermos crónicos, identificando una incidencia elevada de enfermedades no diagnosticadas y potencialmente tratables. 

Desde entonces y, especialmente, a partir de estudios realizados en los Estados Unidos en la década de los ochenta, esta nueva herramienta de la geriatría ha demostrado su eficacia en términos cuantificables como la morbilidad, mortalidad y coste asistencial. Las ventajas de la evaluación geriátrica integral respecto al cuidado "tradicional" se describen en la tabla. 

La evaluación geriátrica debe ser realizada por equipos, especialmente entrenados, que pueden ubicarse en el hospital, centro sociosanitario o en el propio domicilio del paciente. 

No todos los pacientes ancianos reciben beneficios de este sistema de evaluación. Los que obtienen beneficios en mayor medida son aquellos que se han calificado como "frágiles", en general de más edad y que a sus distintos problemas médicos (pluripatología) añaden alteraciones funcionales y cuyas circunstancias psicológicas o sociales son desfavorables. Son ancianos con un equilibrio bio-psico-social inestable. 

Las áreas que se consideran en la evaluación geriátrica van más allá de los límites de un profesional que actuase de forma aislada, siendo necesaria la intervención de un equipo interdisciplinar formado, al menos, por un médico geriatra, enfermero, psicólogo, trabajador social, fisioterapeuta y terapeuta ocupacional. En muchas ocasiones, la evaluación deberá ser complementada por expertos en nutrición humana, oftalmólogos y estomatólogos, entre otros profesionales. 

La evaluación geriátrica integral comprende, fundamentalmente, cuatro áreas: clínica, funcional, psicológica y social. Cada área tiene sus propios apartados y algunos se solapan entre sí. Es importante aclarar que no se trata de sistematizar de forma mecánica un listado de problemas independientes, sino que el objetivo es identificar un perfil único del sujeto, global e integrador. 

Evaluación clínica.

Conla evaluación clínica tratamos de identificar los procesos activos o aquellos sucedidos con anterioridad, pero que pueden incidir en el estado de salud del paciente. La recogida de datos biomédicos se realiza a partir de la historia clínica general y la exploración física, pero es recomendable disponer de algún modelo estructurado para no omitir datos de interés. 

La historia clínica debe incidir, especialmente, en aquellas situaciones de alto riesgo geriátrico: caídas repetidas, inmovilidad, incontinencia, alteraciones de los sentidos, etc. Seremos especialmente cuidadosos en la recogida de datos nutricionales, así como en los referidos a la historia farmacológica. 

La anamnesis se complementa con una exploración exhaustiva por aparatos y sistemas, atendiendo aspectos que, habitualmente, no se tienen muy en cuenta, como la exploración de la piel, vista, oído, dentición, marcha y equilibrio. 

Existen instrumentos específicos para evaluar algunos de estos problemas en concreto. Así, disponemos de tests como el Mini Nutritional Assessment (Guigoz, Vellas et al., 1994) que permite identificar sujetos con alto riesgo de malnutrición, o la escala de Tinetti (1986) que sistematiza y cuantifica los defectos de la marcha y las alteraciones del equilibrio. 

Dada la frecuencia de multimorbilidad asociada, se hace necesario identificar, adecuadamente, la comorbilidad y el peso individual de cada una de las enfermedades concurrentes. 

Evaluación funcional.

La capacidad funcional o nivel de autonomía es el mejor determinante de la situación vital en que se encuentra el paciente y del tipo de asistencia que precisa. En geriatría es tan importante mantener y mejorar la función como tratar la enfermedad. 

Con la valoración geriátrica integral determinamos la capacidad del paciente para realizar una serie de actividades concretas que le permiten vivir de forma independiente. Estamos hablando de las actividades básicas de la vida diaria y de las actividades instrumentales de la vida diaria. 

Se consideran actividades básicas de la vida diaria (ABVD) aquellas que son imprescindibles para cubrir las necesidades elementales. No están influidas por el sexo, entorno geográfico-cultural o el nivel educativo. Se consideran ABVD la autoalimentación, vestirse, el control de esfínteres, realización de la higiene personal, deambular y realizar los diferentes traslados (cama/suelo, silla/suelo, etc.). Las escalas más utilizadas y difundidas para su valoración son el índice de Katz y el índice de Barthel. 

El índice de Barthel es, posiblemente, el instrumento más usado en la actualidad para medir el estado funcional en relación a las ABVD. Se diseñó en 1965 para evaluar el grado de dependencia en enfermos crónicos afectos de patología neuromuscular y esquelética. Diversos estudios han demostrado su valor pronóstico en algunas situaciones: 

– Un índice de Barthel inferior a 20 en el momento del ingreso en el hospital se correlaciona con un incremento de la mortalidad a los 15 días y a los 6 meses del ingreso. 

– Un valor superior a 40 en el momento del ingreso en una unidad de rehabilitación indica una mayor posibilidad de retorno al domicilio. Valores al alta superiores a 60 sugieren una mayor probabilidad de continuar en el domicilio a los 6 meses. 

A diferencia de otras escalas de ABVD, en el índice de Barthel, los ítems más importantes para llevar a cabo una vida independiente tienen más peso en la puntuación (caminar, traslados y continencia). 

Destacar que el índice de Barthel es una escala conocida y de gran difusión en el ámbito de la rehabilitación geriátrica ya que tiene una buena capacidad para detectar cambios, los ítems están bien especificados y puede ser aplicada por cualquiera de los profesionales del equipo que esté familiarizado con el instrumento. 

El índice de Barthel valora, únicamente, ABVD, es decir, que puntuaciones máximas garantizan la independencia para actividades esenciales, pero no significan que el individuo pueda vivir solo. Es poco efectivo en la evaluación de los niveles más altos de independencia. 

Evaluación psicológica.

La valoración cognitiva es un proceso relativamente simple en circunstancias normales, pero bastante complejo cuando existe alguna alteración de la misma. 

En el ámbito psicológico se distinguen problemas relacionados con las capacidades cognitivas, alteraciones emocionales, trastornos de la conducta, ansiedad, estado de ánimo y aspectos relacionados con la personalidad. Evidentemente, muchos de ellos entrarán, directamente, en el terreno de la psicopatología y serán identificados durante la evaluación clínica. 

Fundamentalmente, interesa evaluar el nivel funcional de la persona, relacionado con el estado orgánico cerebral y la capacidad mental. Las principales funciones cognitivas son la orientación en el espacio, tiempo y persona, la memoria, la capacidad de mantener la atención y la concentración, el lenguaje, las praxias (ideomotoras, ideatorias y constructivas), las gnosias, el juicio y el pensamiento abstracto. La alteración de alguna de ellas no constituye por sí misma un diagnóstico. 

La capacidad cognitiva está estrechamente relacionada con una serie de variables (edad, educación, estado emocional, sentidos, situación clínica, nivel de conciencia, entorno ambiental), que condicionan la objetividad de los resultados y la selección de las diferentes baterías de medida. 

El Mini Mental State Examination, desarrollado por Folstein en 1976, es el test breve más difundido internacionalmente para la evaluación cognitiva. (V. capítulo de Demencias en la sección de Neurología.) 

En relación al estado emocional y la ansiedad, es necesaria una adecuada entrevista y exploración psiquiátrica para identificar la existencia de alteraciones psicológicas. En este apartado se utilizan, también, modelos estructurados y cuestionarios de autoevaluación que permiten identificar sujetos de riesgo. 

Evaluación social.

Uno de los objetivos de la medicina geriátrica es mantener al anciano en su entorno habitual. Por ello, junto a un amplio conocimiento de la situación clínica, funcional y psicológica es necesaria la identificación de sus circunstancias sociales. 

La función social se correlaciona con la función física y mental. Una buena situación social ayuda a mantener la autonomía a pesar de las limitaciones funcionales y la implantación de medidas sociales adecuadas permite el desarrollo óptimo de los cuidados a largo plazo en el domicilio. 

La información social debe recoger los siguientes aspectos: historia social, relaciones de convivencia, soporte asistencial formal e informal (entendiendo como soporte formal el suministrado en las instituciones e informal el que da la familia), situación económica y condiciones de la vivienda. Estos parámetros son difíciles de estandarizar. 

Se han desarrollado diferentes escalas de evaluación, pero su aplicación está muy condicionada por el entorno cultural y socioeconómico. Posiblemente, las más conocidas son el Apgar Familiar (Smilkstein, 1978) y la desarrollada en la Universidad de Duke, también en 1978. 

Por último, es necesario hacer una referencia a la evaluación de la calidad de vida. Éste es un concepto más relacionado con la filosofía que con la práctica de la medicina. La percepción de la propia calidad de vida, entendida como la diferencia entre lo deseado y lo poseído, no deja de ser un parámetro subjetivo y extremadamente variable. 

Pero mejorar la calidad de vida es la síntesis de los objetivos terapéuticos en geriatría. Para el médico puede ser útil pensar en ciertos indicadores más objetivables: la presencia de sufrimiento físico o mental, el dolor, el pronóstico respecto a supervivencia y autonomía y, fundamentalmente, la decisión informada expresada por el propio paciente. 

Bibliografía.

  • Farreras Rozman. Temas de medicina interna. Edición 14. Ediciones Hartcourt.año.2000

  • Alvarez sintes R. Temas de Medicina general integral. Ecimed. La Habana. Año. 2001

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Titulo. Melanoma maligno. Como evitar y tratar esta dañina enfermedad de la piel.

Autor. Dr. Jorge Serra Colina. Especialista en medicina general integral.

Introducción.

En nuestra vida como médicos hemos visto pocos casos con el diagnóstico de melanoma malignos, y la mayoría se observan en personas con edad avanzada.

Para hablar sobre el melanoma maligno (MM), empezaremos diciendo su concepto , que no es más que un tumor originado en los melanocitos, células localizadas en la epidermis procedentes de la cresta neural, cuya función es la melanogénesis o síntesis de melanina, un pigmento cutáneo que protege a la piel de la acción de los rayos del sol. Aunque su localización más frecuente es la piel, hay que recordar que existen melanomas intraoculares, se observa en el 80% de los tumores del ojo.

En cuanto a su etiología se plantea que el melanoma es una neoplasia poco frecuente, pero su incidencia aumenta en las últimas décadas de forma notable en comparación a la de otros tumores. Entre los factores etiológicos aceptados destacan:

a) factores ambientales, como la exposición a la radiación ultravioleta B de origen solar es el principal factor etiológico, sobre todo cuando tiene lugar en la infancia.

b) factores genéticos, como las alteraciones en el cromosoma 1,9 y en otros cromosomas.

c) factores inmunológicos.

El tratamiento de este tumor incluye la radioterapia, tratamientos biológicos, la quimioterapia y por ultimo para su prevención se dice que lo más importante es evitar en las personas las exposiciones prolongadas a la luz solar.  

Cuadro clínico.

En cuanto a sus manifestaciones clínicas se observan al examen físico las lesiones que aparecen en la piel, donde el MM adopta cuatro formas clínico-patológicas de presentación:

a) el melanoma de extensión superficial, casi siempre originado sobre un nevo preexistente con un crecimiento lento de entre 1 y 5 años.

b) el melanoma nodular, más agresivo, desarrollado sobre piel sana.

c) el lentigo maligno, sin capacidad para metastatizar.

d) el melanoma acral, detectado a menudo en el lecho ungueal.

-Estudios de extensión del tumor.

En este caso se valora el nivel de invasión en profundidad según la clasificación de Clark:

-nivel I, cuando sólo afecta la epidermis; nivel II, con penetración en la dermis papilar; nivel III, con invasión total de esta capa; nivel IV, con invasión de la dermis reticular, y nivel V, con afección de la hipodermis.

La medición del grosor del tumor en décimas de milímetro, según la clasificación de Breslow (desde la parte más sobreelevada o desde el fondo de la úlcera, según sea la presentación clínica) completa el estudio clínico.

Pronostico.

En estadios iniciales, sin afección ganglionar (I y II del American Joint Committee on Cancer), el factor pronóstico más importante es el grosor de la lesión (supervivencia a los 5 años del 96% para lesiones menos o igual a 0,76 mm y del 30% si es mayor de 4 mm). La presencia de ulceración en el tumor o la localización en el lecho ungueal son también factores de mal pronóstico.

 Cuando existe invasión ganglionar regional (estadio III), la supervivencia desciende de forma importante (15% a los 10 años con 2 o más ganglios afectos).

En enfermedad metastásica (estadio IV) el número y localización de las metástasis y la respuesta al tratamiento son los principales factores pronósticos.

Tratamiento.

El MM no metastásico precisa una resección quirúrgica amplia con un margen de 2 cm, que puede variar según la extensión y la localización de la lesión. En general, deben extirparse los ganglios linfáticos clínicamente afectos. Si la afección no es evidente, la biopsia del ganglio centinela (el primer ganglio de drenaje de la lesión) permite valorar la indicación del vaciamiento.

Si está afecto se procede al vaciado ganglionar radical, y si no, se evita entonces la morbilidad de esta maniobra terapéutica. Cuando no disponemos de dicha técnica se indicará la linfadenectomía si la lesión es mayor de 0,76 mm o está ulcerada. La cirugía en enfermedad diseminada, sobre todo con metástasis únicas, puede ser útil como tratamiento paliativo.

-Radioterapia.

El MM es un tumor radiorresistente. Sin embargo, su papel como tratamiento complementario a la cirugía sobre las cadenas ganglionares está en investigación. Es útil como tratamiento paliativo de recidivas no quirúrgicas o metástasis.

-Tratamientos biológicos.

Los modificadores de la respuesta biológica, sobre todo el interferón-alfa 2b (IFN-alfa2b) y la interleucina-2, consiguen regresiones tumorales en enfermedad metastásica. El IFN-alfa2b además ha demostrado ser capaz de aumentar la supervivencia de las pacientes cuando se administra complementario a la cirugía.

La estimulación del sistema inmunitario mediante la administración de anticuerpos monoclonales solos o conjugados a agentes citotóxicos, o gracias a vacunas sintetizadas a partir de células de melanoma modificadas genéticamente, son tratamientos actualmente en investigación.

-Quimioterapia.

El citostático más eficaz en el tratamiento del MM es la dacarbazina (DTIC). La poliquimioterapia con los fármacos más eficaces (DTIC, BCNU, cisplatino o bleomicina entre otros), la administración de dosis altas mieloablativas con soporte de médula ósea o de progenitores hematopoyéticos y la combinación de citostáticos con agentes biológicos (IFN-alfa2b, IL-2) han conseguido resultados esperanzadores.

El uso de quimioterapia complementaria a la cirugía no ha mejorado la supervivencia de los pacientes con MM no metastásico.

-Prevención y diagnostico precoz.

La única forma de prevención conocida consiste en evitar las exposiciones prolongadas a la luz solar, sobre todo durante los primeros años de vida, ya que el período entre la aplicación del agente causal y el desarrollo del MM puede ser incluso de 20 años. La destrucción de la capa de ozono aumenta el daño provocado por el sol y las radiaciones ultravioletas artificiales incrementan el riesgo de melanoma.

El diagnóstico precoz tiene como objetivo reconocer lesiones en estadios iniciales, en forma de melanomas "poco profundos" (infiltración menor de 1,5 mm), y se basa en reconocer los cambios significativos y sospechosos de malignidad de un nevos preexistente. El ABCD del diagnóstico precoz reconoce, en la lesión maligna, la A "asimetría", la B "bordes" irregulares, la C heterogeneidad en la "coloración" y D un "diámetro" mayor de 6 mm.

Bibliografía.

-       Farreras Rozman. Temas de medicina interna. Edición 14. Ediciones Hartcourt.año.2000

-       Roca goderich Raul y colaboradores. Temas de Medicina Interna. Editorial de ciencias medicas. La Habana. Año.2004

-       Alvarez sintes R. Temas de Medicina general integral. Ecimed. La Habana. Año. 2001

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Titulo. Cirrosis Hepática y sus factores de riesgo, que hacer para prevenir esta dañina enfermedad.

Autor. Dr. Jorge Serra Colina. Especialista en medicina general integral

Introducción.

La cirrosis es una enfermedad crónica, difusa e irreversible del hígado, caracterizada desde el punto de vista anatomopatológico por fibrosis y alteración de la estructura normal del hígado, que adquiere un aspecto nodular. El pronóstico de la enfermedad es grave y los pacientes fallecen por complicaciones relacionadas con la hipertensión portal, como hemorragia digestiva por varices esofágicas o síndrome hepatorrenal, insuficiencia hepática, degeneración neoplásica o infecciones bacterianas.

El concepto de cirrosis es histopatológico y está definido por la existencia de fibrosis y nódulos de regeneración. La sola presencia de fibrosis en una muestra de tejido hepático no permite establecer, de forma concluyente, el diagnóstico de cirrosis, ya que la fibrosis se produce también en otras enfermedades del hígado. En cambio, el hallazgo de fibrosis y nódulos de regeneración es exclusivo de la cirrosis.

Clasificación.

La cirrosis hepática se puede clasificar según criterios morfológicos, etiológicos o clínicos.

Morfológicamente las cirrosis se han dividido, en relación con el tamaño de los nódulos de regeneración, en macronodulares, micronodulares y mixtas. En la cirrosis micronodular la mayoría de los nódulos tienen un diámetro inferior a 3 mm, mientras que en la macronodular los nódulos tienen un tamaño variable, pero siempre superior a 3 mm. Esta clasificación es poco útil porque no existe relación entre el tamaño de los nódulos y la etiología de la cirrosis. Para la caracterización de un caso individual es mejor referir la etiología y las complicaciones clínicas que ha causado la enfermedad. (1)

Etiología.

En el mundo las causas más frecuentes de cirrosis hepática en los adultos son el alcohol, el virus de la hepatitis C y el virus de la hepatitis B.  Además existen causas menos frecuentes como son la cirrosis biliar primaria, la hemocromatosis, la enfermedad de Wilson y la hepatitis autoinmune, entre otras enfermedades hepáticas. En ocasiones, un mismo paciente puede presentar más de un factor etiológico de cirrosis, en especial ingestión de alcohol e infección crónica por el virus de la hepatitis C. (1)

La ingestión de bebidas alcoholicas es la causa más frecuente (está presente en el 40-50% de todos los casos en España). Se considera que el tiempo mínimo de alcoholismo requerido para que el tóxico origine una cirrosis es de 10 años. No todas las personas con ingesta elevada de alcohol de forma crónica desarrollan cirrosis, por lo que es probable que en la aparición de enfermedad hepática además de la ingesta excesiva de alcohol participen factores nutricionales, inmunológicos y/o genéticos. (1)

También la obesidad, la diabetes y la realización de anastomosis yeyunoileal o yeyunocólica para el tratamiento de la obesidad mórbida pueden ocasionar una esteatohepatitis no alcohólica, que se caracteriza anatomopatológicamente por esteatosis, necrosis hepatocitaria y fibrosis. En ocasiones, la esteatohepatitis no alcohólica puede evolucionar a la cirrosis hepatica.

En un porcentaje muy pequeño de casos, inferior al 5%, se desconoce la causa de la cirrosis y se habla de cirrosis criptogenética.

Manifestaciones clínicas.

La cirrosis hepática suele diagnosticarse entre los 40 y los 60 años, aunque puede manifestarse a cualquier edad. Afecta a los dos sexos, pero es más frecuente en los hombres, posiblemente por la mayor prevalencia de consumo importante de alcohol en el sexo masculino. (1)

En ocasiones el diagnóstico se realiza en fase asintomática u oligosintomática antes de que el paciente haya presentado complicaciones mayores de la enfermedad. En esta fase se habla de cirrosis hepática compensada. En algunos casos, la enfermedad se diagnostica al descubrir la existencia de hepatomegalia, esplenomegalia, estigmas cutáneos de cirrosis o alteraciones analíticas sugestivas (plaquetopenia, hipergammaglobulinemia, prolongación del tiempo de protrombina) en el curso de un examen médico sistemático o efectuado para valorar síntomas no relacionados con la enfermedad hepática. En otros casos, la cirrosis se diagnostica en pacientes portadores de una hepatitis crónica por el virus de la hepatitis C o B de larga evolución.

En otras ocasiones, el diagnóstico de la enfermedad se realiza cuando el paciente presenta alguna de las complicaciones mayores, como ascitis, hemorragia digestiva por varices esofágicas o, con menor frecuencia, encefalopatía hepática. En estas situaciones se habla de cirrosis hepática descompensada.

Signos cutáneos. El signo cutáneo más frecuente en los pacientes con cirrosis hepática son las arañas vasculares, que consisten en una dilatación arteriolar central de la que parten pequeños capilares, en forma radiada, a modo de patas de araña; el centro es pulsátil y su presión provoca un empalidecimiento del resto de la lesión. Las arañas vasculares se hallan casi exclusivamente en el territorio de la vena cava superior, donde se acompañan de otro tipo de dilataciones vasculares cutáneas muy finas, sin arteriola central, denominadas telangiectasias.

El enrojecimiento de las eminencias tenar e hipotenar, con aspecto moteado y en ocasiones extendido a las yemas de los dedos, constituye también otro signo característico, denominado eritema palmar. Junto con las arañas vasculares, este signo se atribuye a un exceso de estrógenos circulantes no inactivados por el hígado.

Los signos ungueales, consistentes en fragilidad, incurvación en vidrio de reloj, estriación longitudinal y opacidad blanquecina, se hallan en el 80% de los cirróticos. Esta opacidad condiciona la característica desaparición de la lúnula ungueal. Algunos pacientes pueden presentar acropaquia (dedos en palillo de tambor).

Hepatomegalia. En la mayoría de los pacientes con cirrosis, en especial en fases iniciales de la enfermedad, el hígado se halla aumentado de tamaño, el borde es duro y cortante y la superficie a menudo irregular. La palpación no produce dolor y es frecuente que la hepatomegalia se detecte sobre todo en el epigastrio. Durante la evolución de la enfermedad, el tamaño del hígado tiende a disminuir y muchos pacientes con enfermedad avanzada tienen un hígado de pequeño tamaño, no palpable. El bazo suele estar aumentado de tamaño debido a la presencia de hipertensión portal en la mayoría de los pacientes. En algunos casos, la esplenomegalia es palpable, mientras que en otros se detecta únicamente por ecografía.

Alteraciones endocrinas. Estas son comunes en la cirrosis. Los hombres pueden presentar atrofia testicular, disminución de la libido e impotencia coeundi. La ginecomastia es muy frecuente y en su génesis pueden influir, además de factores hormonales, la administración de espironolactona. En las mujeres son habituales los trastornos del ciclo menstrual, con reglas escasas e irregulares y, a menudo, amenorrea. En ambos sexos existen trastornos de la distribución del vello, con disminución o pérdida en axilas y pubis.

La prevalencia de diabetes es elevada entre los pacientes con cirrosis hepática. Se caracteriza por hiperinsulinemia, hiperglucagonemia y resistencia periférica a la acción de la insulina.

Ictericia. La ictericia es un signo que acompaña a menudo a las cirrosis descompensadas. En su patogenia es probable que intervengan varios mecanismos, aunque en la mayoría de los casos es debida a una alteración del metabolismo de la bilirrubina producido por la insuficiencia hepática. En ocasiones, la ictericia puede ser debida a colestasis y puede reflejar la existencia de un hepatocarcinoma o una hepatitis alcohólica sobreañadidos.

Manifestaciones cardiovasculares. La gran mayoría de pacientes con cirrosis presentan un estado circulatorio hiperdinámico, caracterizado por una reducción de las resistencias vasculares sistémicas, aumento del gasto cardíaco (que en algunos casos puede llegar a ser muy elevado, superior a los 10 Litros por minuto) y disminución de la presión arterial, en especial en los pacientes con ascitis. Esta alteración circulatoria es asintomática en la mayoría de los casos. Algunos pacientes pueden presentar manifestaciones clínicas de insuficiencia cardíaca, pero suele ser debido a la coexistencia de otros factores, como miocardiopatía alcohólica o enfermedades valvulares. Debido a la existencia de este trastorno circulatorio, la hipertensión arterial es excepcional, en particular en los pacientes con cirrosis descompensada.

También estos pacientes afectados presentan otras manifestaciones clínicas, por ejemplo en ocasiones, los pacientes se aquejan de astenia y anorexia moderadas. En pacientes con cirrosis compensada el estado nutricional suele ser normal. La desnutrición intensa sólo se observa en algunos pacientes con cirrosis alcohólica o en pacientes con cirrosis avanzada, en especial pacientes con ascitis refractaria.

Las manifestaciones hemorrágicas, equimosis, gingivorragias o epistaxis son frecuentes, pueden observarse incluso en pacientes con cirrosis compensada y son debidas a alteración de la coagulación por plaquetopenia y disminución de la síntesis hepática de algunos factores de la coagulación.

La ascitis, la hemorragia digestiva, la encefalopatía hepática y las infecciones bacterianas, complicaciones muy frecuentes en la cirrosis

Exámenes complementarios.

La exploración complementaria más útil y con un mejor perfil de coste-eficacia es la ecografía abdominal, que permite observar el tamaño del hígado y del bazo, las características del hígado, la presencia de ascitis (incluso cuando es mínima), el sistema venoso portal y la existencia de colaterales portosistémicas. En la mayoría de los pacientes con cirrosis el hígado presenta un aspecto heterogéneo, con bordes irregulares o claramente nodulares, la vena porta está dilatada, aunque en algunos casos puede existir trombosis portal, y existe esplenomegalia y signos de circulación colateral, debido a la existencia de hipertensión portal. La ecografía es además la técnica de elección para realizar el cribado periódico de hepatocarcinoma en pacientes con cirrosis.

La tomografía axial (TAC) y la resonancia magnética (RM) abdominal proporcionan información de gran interés en relación al hígado y al sistema venoso portal, pero se utilizan con menor frecuencia que la ecografía por ser más complejas y tener un mayor coste. Su utilidad fundamental estriba en el estudio de nódulos hepáticos sugestivos de hepatocarcinoma.

En los pacientes con cirrosis debe investigarse la presencia de varices esofagogástricas o de gastropatía de la hipertensión portal mediante fibrogastroscopia.

La biopsia hepática es la única técnica que permite confirmar de forma definitiva el diagnóstico de cirrosis hepática, puesto que, como se ha comentado anteriormente, el diagnóstico de cirrosis es exclusivamente anatomopatológico

Tratamiento.

En este apartado sólo se estudia el tratamiento de la cirrosis compensada, pues los correspondientes a la encefalopatía hepática, la ascitis, hipertensión portal e infecciones bacterianas se exponen en los capítulos correspondientes.

El paciente con cirrosis compensada debe seguir una dieta libre y equilibrada, en la que sólo hay que prohibir la ingesta de alcohol. El reposo en cama no es necesario y la gran mayoría de los pacientes pueden llevar a cabo una actividad laboral y social normal.

Se indican fármacos antivirales en los pacientes con cirrosis hepatica compensada producida por el virus C o B, como el interferon y la lamivudina, u otros antivirales de última generación. En general se recomienda su uso, excepto en el contexto de estudios controlados que evalúen correctamente su eficacia y/o efectos secundarios. Cuando la cirrosis es el resultado de una hepatitis crónica autoinmune deben utilizarse glucocorticoides solos o en asociación con azatioprina.

No se puede administrar antinflamatorios no esteroideos como el ibuprofeno y el naproxeno en la cirrosis hepática.

En los pacientes con varices esofágicas, con signos de riesgo de hemorragia, diagnosticadas por una endoscopia superior digestiva, debe administrarse propranolol u otros bloqueantes beta-adrenérgicos para reducir la probabilidad del primer episodio hemorrágico. Se puede realizar la esclerosis de varices esofágicas si el estadio de las varices en el esófago está más avanzado, guiarse por la clasificación endoscópica de Forrest para el sangrado digestivo y Clasificación endoscópica de Paquet. (2)

No es recomendable la administración de ácido acetilsalicílico u otros antiinflamatorios no esteroideos por el riesgo de producir retención renal de sodio y ascitis. Los hipnóticos deben administrarse con precaución por el riesgo de desencadenar una encefalopatía hepática, en especial en los pacientes con signos analíticos de insuficiencia hepática.

En pacientes alcohólicos puede ser útil la administración de vitaminas B y C, de las que a menudo existe una carencia subclínica, y de ácido fólico en caso de anemia megaloblástica. La diátesis hemorrágica por hipoprotrombinemia no suele responder a la administración de vitamina K, ya que no se debe a una carencia de ésta, sino a un déficit de su síntesis. No obstante, si existe ictericia, cabe ensayar su administración.

El trasplante hepático es una opción terapéutica que debe considerarse en todo paciente con cirrosis hepática avanzada. Las indicaciones de trasplante hepático en estos pacientes incluyen: encefalopatía hepática, ascitis con retención intensa de sodio, trastorno de la capacidad renal de excretar agua aun cuando no exista hiponatremia dilucional, insuficiencia renal y/o signos de trastorno hemodinámico grave (hipotensión arterial), hemorragia digestiva por varices esofágicas sin respuesta al tratamiento médico y endoscópico, signos de insuficiencia hepática avanzada (ictericia, hipoprotrombinemia acusada) e infecciones bacterianas graves, como bacteriemia o peritonitis bacteriana espontánea (una vez solucionado el episodio infeccioso).

Bibliografía.

1.    Farreras Rozman. Temas de medicina interna. 14 edicion. Ediciones harcourt.Año.2000

2.    Abreu y cols. Manual de endoscopia diagnostica y terapéutica. Ediciones Eurobook. Año.2002